domingo, 6 de noviembre de 2016

11 de Noviembre 2016


Ciudad nueva, vida nueva.


Locuras de una noche de otoño. Chupitos interminables y limones compartidos.

Risas conjuntas y sonrisas escondidas.

Noches en vela hablando de todo y de nada. Cenas pobres pero rica compañía.

Abrazos, besos, caricias, sonrisas...


Todo y nada. Nada y todo.

No me bajaste la luna, pero me llevaste cerca de ella. Me dejaste verla desde muy cerca, casi siendo capaz de rozarla. Me alegraste los días en los que no quería salir de la cama, me sacaste de la cama para comerme el mundo desde la cima de una montaña.


Todo y nada.

Nada.

De la noche a la mañana. De martes a miércoles. Nada.

Me quitaste mi piruleta favorita, la tiraste al suelo y la rompiste en mil pedazos.
Cuando más necesitaba tu apoyo. Cuando podía tocar la luna con las yemas de los dedos. Cuando todo iba genial.
Lo hiciste. Lo que sabía que ibas a hacer pero me negaba a creerlo.


Me rompiste en mil pedazos el día que más te necesitaba. Sin razones, sin escusas. Sin nada.


Nada. Todo.

Rota.