jueves, 11 de mayo de 2017

Me acostumbré a tenerte siempre.
Me acostumbré a los buenos días preciosa, a los que tal tu día, a tu buenas noches. A tener siempre un mensaje tuyo. A qué me contases tus problemas, tus alegrías. Las cosas que te hacen feliz.  A tus fotos de chuches y nuestros juegos pervertidos.
Me acostumbré a estar en tus brazos, a tenerte en los míos. A las miradas que decía de todo sin articular palabra.

Me encariñe, joder que si me encariñe, por mucho que me dijesen que no lo hiciese.

Apareciste de repente, sin saberlo ninguno de los dos. Y desde el minuto uno me encariñe. Por como me hacías sentir. Porque sentía que a tu lado nada malo podría pasarme. Porque por muy mal que estuviese siempre me sacabas una sonrisa. Sin saberlo, hacías que mis lágrimas desapareciesen.

Pero como podía esperar, que una amistad a distancia aguantase. Un par de polvos y todo se fue a la mierda.

Aún recuerdo el mensaje que me mandaste, diciéndome que siempre estarías ahí. Que un polvo entre nosotros no cambiaría nada. Que esperarías a mi lado hasta que me durmiese para ahuyentar a mis demonios.

Y yo me creí todas y cada una de tus palabras.

Aún te sigo extrañando. Aún se me acelera el corazón cuando me llega un mensaje, pensado que serías tú. Aún tengo ganas de hablarte, de intentar no perderte. Pero se que así solo me haría más daño, aún más.

Hice ruido cuando me quería quedar pero ahora solo me queda irme, en silencio.

Gracias por todo precioso. Gracias por hacer de este tiempo el mejor de mi vida.

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